martes, 27 de febrero de 2018

VÉRTICE...




Me siento agotada de escuchar palabras que se repiten –como un vino agrio-   una y otra vez  –solo provocan acidez-  Estampas de vidas alegres que esconden frustración y, en esas, la camisa y la corbata reposan sobre la cómoda. Un cigarrillo se consume en el cenicero y un vaso de güisqui  guarda el secreto en sus posos.  Al fondo una ducha moja el cuerpo que una vez amé,
Miro desganada el camino que se divisa desde la terraza. Pasto seco, verde muerto y un cielo plomizo que parece que se va a caer de un momento a otro sobre mi cabeza. Intuyo el mar al otro lado de la cadena de pardas montañas que tengo en frente.  El caso es que no reconozco lo que veo, no me trasmite nada, ni bueno ni malo. ¿Tanto he cambiado que he dejado de sentir mi casa?  Me siento apátrida en una tierra que la hacía mía sin plantearme nada más.
Una tórtola, porque creo que es una tórtola, se ha posado con confianza a unos metros sobre la raída barandilla que sostiene mis antebrazos. Picotea una mancha de hollín, sin reparar que por más que pique no va a conseguir nada, solo astillarse el pico. A veces, la perseverancia, solo daña, tragándose  un tiempo que se diluye sin piedad ante tus ojos.

*Rocío Pérez Crespo*